Ya era muy tarde en Buenos Aires, o tal vez, muy temprano. La una de la madrugada, ¿es día o es noche? El colega que me fue a esperar al aeropuerto tomó un camino equivocado y, por fuerza de las circunstancias, nos encontramos en el centro de la ciudad buscando el Hotel República, que queda enfrente del Obelisco. Buenos Aires es una ciudad que no duerme. A esta hora de la noche hay gente en el centro como si fuese de día. Restaurantes abiertos, gente paseando, enamorando o bebiendo en rueda de amigos.
Me pregunto, ¿qué buscan las personas? ¿Qué están buscando a esta hora? ¿Qué las motiva a estar despiertas? Si no fuera por el atraso de mi vuelo, yo ya estaría durmiendo. ¿Qué hace que una persona esté andando por la calle a una hora como esta?
Es difícil saberlo. Había noches en que el salmista también permanecía despierto, contemplando la belleza de la luna y de las estrellas. En noches tales, decía: "En tus mandamientos meditaré". Los preceptos de Dios eran su guía. Le mostraban el camino de la victoria.
El autor del salmo 119 había aprendido el secreto de una vida feliz. Los consejos divinos eran la antorcha que iluminaba su senda en medio de la oscuridad que precisaba atravesar. La vida es linda, pero en cada esquina hay sombras que dan miedo. Tú estarás perdido si no tienes una antorcha.
En la segunda estrofa de este salmo, que va de los versículos 9 al 16, él expresa su amor y su respeto por la Palabra de Dios. Esta estrofa lleva el nombre de Bet. Esa palabra, además de ser la segunda letra del alfabeto hebreo, es también la raíz de la palabra casa. "En mi corazón he guardado tus dichos", dice el versículo 11. El corazón del salmista era una casa donde habitaban seguros los consejos divinos. En realidad, era lo que aseguraba la felicidad del salmista.
¡Cuán difícil es aprender a depender de Dios! No es fragilidad. Es humildad. ¡Cuántas veces la persona tiene que llorar y fracasar, para entender que sin los consejos divinos cualquier intento humano es hueco y sin sentido!
No salgas de tu casa hoy, sin tener la seguridad de que vas a andar en los caminos de Dios. En el silencio de tu corazón, dile al Señor: "En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos".
Pr. Alejandro Bullón