LA PALABRA ADECUADA
Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. (Prov. 25: 11.)
Cuando asistía a una fiesta, Cristo dominaba la conversación e impartía muchas lecciones valiosas. Los presentes lo escuchaban; ¿acaso no había sanado a los enfermos, consolado a los afligidos y llevado a los niños en sus brazos? Los publicanos y pecadores se sentían atraídos hacia él; y cuando hablaba, clavaban su atención en el Señor.
Cristo les enseñó a sus discípulos a conducirse en compañía de otros. Les enseñó las obligaciones y reglas de la verdadera vida social, que son las mismas que aparecen en la ley del reino de Dios. Por medio de su ejemplo, les enseñó a sus discípulos que cuando asistieran a cualquier reunión pública no tendrían necesidad de quedarse sin palabras. Su conversación en medio de una fiesta difería decididamente de la que se solía escuchar en los banquetes. Cada palabra que pronunciaba tenía sabor de vida para vida. Hablaba con claridad y sencillez. Sus palabras eran como manzanas de oro con figuras de plata.
¡Qué inexpresable valor el de la comunión con Cristo! Y hoy tenemos el privilegio de gozar de una comunión tal... Cuando oyeron las palabras de Cristo, los primeros discípulos sintieron cuánto lo necesitaban. Lo buscaron, lo hallaron, y lo siguieron. Estaban con él en la casa, a la mesa, en la cámara, en el campo. Andaban con él como los alumnos con el maestro, recibiendo lecciones de santa verdad de sus labios. Lo miraban como siervos a su amo... le servían con regocijo y alegría.
Las compañías tienen gran importancia. Podemos formar muchas amistades agradables y provechosas; pero ninguna es tan valiosa como la que se forma cuando el hombre finito se relaciona con el Dios infinito. Cuando estamos unidos a él de esa manera, las palabras de Cristo moran en nosotros... El resultado se revelará en un corazón purificado, una vida sobria, un carácter inmaculado. Pero sólo merced al trato y asociación con Cristo podemos asemejamos a él, ejemplo único e impecable.
E. G. W.