! VUÉLVETE, OH SEÑOR ¡
¡Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma, sálvame por tu misericordia. Sal 6:4.
Eran tiempos difíciles en la vida de David. Por más que se esforzaba por ver una salida a la situación, no lograba ver ni un rayo de luz. Todo era oscuridad a su alrededor, se sentía acabado, destruido, y completamente derrotado ¿A dónde van los, hijos de Dios en esas horas? David clama: “Vuélvete, oh Jehová”. ¿Por qué “volverse”? Porque David sentía como si Dios lo tuviese olvidado. Se sentía abandonado. Solo veía tinieblas y tormentas. Ninguna explicación. Ninguna respuesta.
En la ocasión que David escribió este salmo, estaba enfermo. “Ten misericordia de mí —dice en el versículo 2—, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen”. ¿Qué tipo de enfermedad lo atormentaba? No lo sabemos, pero el texto nos lleva a pensar que el problema físico estaba afectando sus emociones y su alma. En el versículo 3 dice: “Mi alma también está muy turbada; y tú Jehová, ¿hasta cuándo?”
¿Cómo te sientes tú cuando el médico acaba de darte la noticia de que tienes cáncer? ¿Cómo mantener una actitud mental optimista si tú estás ante los resultados crueles de los exámenes médicos? ¿No dan ganas de gritar: “Señor, si eres tú, dónde estás”? “Si tú escuchas la oración de tus hijos, ¿hasta cuándo?” David no era diferente de ti y de mí, por eso llora delante de Dios.
Hay momentos en que su fe vacila, su paciencia llega a un límite, su ánimo desfallece y pregunta: “¿Hasta cuándo?” ¿Puedes imaginar a aquel bravo guerrero, llorando y casi dudando ante las circunstancias? ¿Cuán grandes eran esas adversidades para que un gigante como David parezca derrumbarse? Es posible que tú, en este instante, estés pasando por una situación semejante, pero no te desanimes.
Lo que más me impresiona en este Salmo 6, no es ni el dolor ni el sufrimiento del salmista. No son las aflicciones y adversidades que enfrentó, sino la manera extraordinaria como termina el salmo: “Jehová ha oído mi ruego, ha recibido Jehová mi oración”.
El Señor siempre escucha. Puede parecer que demora. Puede dar la impresión de que no atiende; pero él siempre oye. El te está oyendo a ti en este momento; por eso, dama como el salmista: “Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma; sálvame por tu misericordia”.
Pr. Alejandro Bullón